No sé si te tenga miedo. No creo, siempre he dicho que no. Excepto ese día, en realidad noche, cuando cogías mi cuello con sutil delicadeza, y explorabas en mis arterias todo lo que el mundo podía deshacer. No te dabas cuenta que me apretabas fuerte, tampoco te dabas cuenta que me estaba doliendo. ¿Fue la lágrima que cayó quien te despertó?, ¿O fue la desesperación hecha alma, la que abofeteó tu cara para que me miraras?.
Me hiciste sufrir, te aborrecí, me quejé de que aún me quedaban cosas. Insisto, fue desesperación. Ahora nada parece faltar, en cambio, algo está sobrando: el miedo a tí.
Nada de smiles, ni abrazos, ni todo pasará. Todo ya pasó. Me hiciste escoger. ¿Porqué impedí que me llevaras en tus brazos fríos al paraíso desconocido?. Quisiera conocerlo, pero... tengo miedo.
En una noche oscura, después de mucho llorar, besa mis labios secos, con esa vida que entregas, y conviérteme en algo tuyo hasta el momento de mi independencia.
¿Será muy fea mi alma?, yo creo. Se me olvidaba ese aspecto. Por favor, cuando retires lo que necesitas, llámalo Francisca, porque no sé si en ella existirá la conciencia.
Maldito miedo, me dice que quedan cosas lindas. Hay que asesinarlo, y se acabó el problema.
Recuerda: sólo bésame, y retírame con frenética tranquilidad.
Es espantoso llamarte. Por favor... No vengas aún.
0 percepción(es):
Publicar un comentario